De mujeres hablamos, de sus luchas y sus derechos, por eso dedico mis reflexiones, y con ello elevo mi solidaridad, a las mujeres de Ecuador que ahora luchan en la calle por los derechos humanos, especialmente a las mujeres indígenas. En las calles de Quito, Ecuador, se juegan los derechos de todas las mujeres del mundo. Desde aquí levantamos nuestro abrazo solidario.
Los sesenta y seis años de historia del voto como derecho constitucional de la mujer mexicana no se reducen estrictamente al sufragio, en su centro están los derechos sociales de la mujer. En cualquier lugar del mundo la lucha por el derecho al sufragio femenino se asocia a la lucha de las mujeres por sus condiciones laborales y de sus derechos sociales en general. Por supuesto que la discriminación de la mujer, de negarle capacidades intelectuales y políticas, y por ende, negarle derechos políticos, es una sacrificada historia que resulta de las relaciones sociales según los tiempos históricos. El machismo y la discriminación no son producto de acciones aisladas de hombres contra la mujer, son resultado de determinados contextos sociales y políticos. La perspectiva, es decir, nuestra visión y programas de transformaciones sociales, que debemos tener las mujeres no habrá reducirse a una lucha de género, claro, no se trata de soslayar las especificidades de la discriminación político-cultural. Por supuesto que no. Lo que quiero subrayar es que la mirada de mujer debe asirse a la emancipación social de las mujeres, y con ello, de los hombres mismos, de todos.
Por la historia queda demostrado que en la calle, en la lucha social y política, las mujeres están a la altura –y más allá, de los hombres, ejemplos abundan. En el largo proceso de convulsión social y violencia de la Revolución francesa las mujeres estuvieron en la primera línea de batallas, fueron de las primeras en atacar el palacio de Versalles; y en este proceso, inteligentes y valientes mujeres reivindicaron el derecho al voto de la mujer; derecho negado por hombres en representación del poder político de aquellos procesos. La defensa de la república española está llena de ejemplos valerosos de mujeres, y más atrás abundan los ejemplos de mujeres en la lucha por la liberación de las colonias. Y que decir de las mujeres en la primera y la segunda guerras mundiales. Y nuestras mexicanas en la revolución de 1910 son ejemplos y convocatorias históricas. Y como no traer a colación a las mujeres, jóvenes estudiantes, protagonistas del movimiento del 68 mexicano. Si de política hablamos no hay diferencias en las capacidades entre hombres y mujeres. La lucha en la historia iguala a mujeres y hombres; por disposición de las fuerzas políticamente dominantes se discrimina a la mujer y se le niegan sus derechos.
La historia enseña, y es sugerente.
Ahora, afortunadamente, ya se cursa otra realidad política y legal.
La larga historia de la lucha de las mujeres por sus derechos sociales y políticos, desde las luchas de Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto y muchas mujeres más, en aras del voto femenino hasta la publicación de la reforma al artículo 34 de la Constitución General de la República, el 17 de octubre de 1953,es una historia con sabor a la calle, es decir, el derecho al voto femenino se generó en la lucha social y política, y no en el Congreso de la Unión, sin negar la importancia que este lo haya formalizado en ley; esto es importante para que aprendamos de la historia y sepamos ponderar políticamente lo que hoy tenemos. Especialmente vale que lo sepan y asuman quienes gozamos de representaciones producto de las urnas, resultado de la historia tan llena de sacrificios y esperanzas. De nosotras depende hacer realidad los sueños y utopías de aquellas grandes mujeres.
México y Sinaloa han cambiado. Hoy los derechos políticos de las mujeres son una realidad que puede observarse en que, en el marco de la cuarta transformación de la vida pública del país, tenemos un Congreso de la Unión caracterizado por abrazar el concepto de paridad en la representación política. En Sinaloa, gracias al proceso ciudadano del primero de julio de 2018, estamos en la misma línea al ejercer el concepto de la paridad: tenemos una representación del 47.5 % de mujeres diputadas y un 52.5 % de hombres. Es otra la condición de la mujer en la política. Legalmente se garantiza la paridad.
Vale traer aquí la composición de los otros poderes e instituciones del Estado. En el poder judicial, el 45.5 % de las magistraturas son ocupadas por mujeres, el resto, el 52.5 % por hombres. El poder ejecutivo del estado, hay que decirlo claro, está rezagado negando la presencia de la mujer en la administración pública: de 14 secretarías del gobierno estatal, sólo una es ocupada por mujer, el resto, 13, son hombres. O sea, la administración del poder ejecutivo se ejerce con el 92. 86 % de hombres, mientras las mujeres ocupan el 7.14 %. Reitero la verdad: sola una mujer ocupa cargo de primer nivel en el gobierno del estado. La voluntad política con perspectiva de género es necesaria.
El Tribunal Electoral del Estado de Sinaloa se distingue ya que en este las magistraturas son mayoritariamente mujeres al ocupar el 60 % de las mismas; los hombres ostentan el 40 %. El Instituto Electoral de Sinaloa, de 7 integrantes, el 57.2 % son hombres mientras las mujeres ocupan el 42.8 %, destacando que la presidencia la ejerce una mujer.
Hagámonos una pregunta ¿Representación política para qué? La representación debe ser para transformar la realidad social y propiciar la igualdad no sólo jurídica sino también social. Miles de mujeres en la realidad social cursan situaciones que requieren ser atendidas, y desde las representaciones políticas debemos pensar en las mujeres indígenas, las tepehuanas en el sur del estado, las mujeres de las muchas etnias que habitan el sur y centro de Sinaloa y son oriundas del sur del país, igual las mujeres taramaris y mayos-yoremes del norte del estado; así como las mujeres jornaleras agrícolas, las trabajadoras urbanas, las amas de casa, las trabajadoras del hogar, las estudiantes, las maestras, las investigadoras y académicas, las empresarias, las mujeres todas.
Diversos problemas específicos aquejan a la mujer sinaloense: la violencia en sus distintas manifestaciones, especialmente los femenicidios, las violaciones sexuales y agresiones físicas y psicológicas; la incidencia de cáncer de mama y cervico-uterino. En el Congreso de Sinaloa ya emprendimos acciones legislativas para que el Estado atienda estos problemas, y tenemos en la agenda reformas y leyes para generar las condiciones legales para la protección y seguridad de la mujer. Por ejemplo, desde el Congreso del Estado, para el presupuesto de 2019, destinamos recursos para poner en operación el protocolo alba, y hasta hoy no ha sido aplicado. Inaceptable.
El reto es mantener la paridad en la representación política y pasar a la igualdad social.
Las mujeres somos las garantes del cambio verdadero para la cuarta transformación de la vida pública del país.
Por las mujeres dadoras de vida, hagamos de la política una forma de amor al ser humano.
Culiacán, Sinaloa, a 14 de Octubre de 2018.
DIP. GRACIELA DOMÍNGUEZ NAVA
PRESIDENTA DE LA JUNTA DE COORDINACIÓN POLÍTICA
DEL H. CONGRESO DEL ESTADO DE SINALOA.
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